Son 5 las emociones que a día de hoy un mayor número de investigadores consideran
básicas en los seres humanos: alegría, tristeza, ira, miedo y asco. Podemos definir una
emoción básica como aquella que transculturalmente los humanos expresamos
facialmente y que es identificable por el entorno.
Cada emoción engloba una triple función, conductual, social y motivacional, que
evolutivamente nos ha permitido ir sobreviviendo como especie en contextos muy
diferentes al que vivimos actualmente.
Además, gracias a las herramientas con las que contamos hoy en día, cada vez sabemos
más de cómo y cuánto modifican nuestras emociones nuestra fisiología. De hecho,
tenemos evidencia de algunas partes de nuestro cerebro se ven modificadas por
nuestro estado emocional.
Sabiendo esto la pregunta sería, ¿podrían afectar los cambios emocionales a nuestra
conducta alimentaria? Seguramente que ya estés afirmando en tu mente, y es que
intuitivamente, con nuestra propia experiencia, podemos darnos cuenta de que
efectivamente nuestro estado emocional afecta en nuestra conducta alimentaria de
diferentes formas. Como podrás imaginarte, no es un tema sencillo, así que vamos a ir
paso por paso.
¿Qué tipo de comedor eres?
Las emociones y los estados a los que éstas nos llevan, pueden afectar a cualquier parte
del proceso de alimentación, desde la elección del alimento, hasta su masticación,
nuestra respuesta afectiva al mismo e incluso, al metabolismo y digestión de lo que
hemos ingerido.
Con esta información, ya podemos ver la relación tan estrecha que existe entre la
emoción y la alimentación, lo cual es importante conocer dado que en muchas ocasiones
es la clave para regular ingestas excesivas o no deseadas de comida.
A la pregunta de si a todos nos afecta de igual manera los estados emocionales en
nuestra ingesta, la respuesta es que no. Lo cierto es que hay una variabilidad muy
interesante similar a la que relaciona el estrés y la conducta alimentaria.
De esta manera podemos encontrar:
• Comedores restrictivos
(persistencia de patrones cognitivos y conductuales
dirigidos a la reducción o mantenimiento de peso): son aquellos que responden
con un mayor consumo de comida que los no restrictivos en respuesta al miedo
y estados emocionales negativos. Hay dos teorías principales que tratan de
justificar esta conducta: una nos habla de que el distrés emocional desinhibe la
capacidad del individuo de autorrestringir la ingesta de comida y la otra
relaciona el cambio con el foco de atención.
• Comedores emocionales:
personas que de base utilizan la comida como
estrategia de regulación emocional, tienen una mayor tendencia al dulce y la
grasa como respuesta al estrés emocional.
• Comedores de atracones:
tienden al atracón en respuesta a las emociones
negativas.
• Comedores normales:
cursan con bastante variabilidad ya que en el 43% de
los resultados indican un aumento, 39% un descenso y 18% ningún cambio en
respuesta a las emociones.
La intensidad de la emoción
Otros dos puntos a tener en cuenta dada su importancia son la intensidad de la emoción
y la valencia de ésta. En cuanto a la intensidad, podemos observar que los estados de
alta excitación, como son la tensión y el miedo, tienden a inhibir la ingesta de
alimentos; mientras que los de baja-media excitación, como el aburrimiento o el
ánimo depresivo, a aumentarla.
En cuanto a la valencia emocional, se refiere a si las emociones son positivas o
negativas. Esto no se debe confundir con que la emoción sea buena o mala en sí misma,
sino para la experiencia personal del individuo que está sintiendo esa emoción. Cuando
la experiencia es agradable, hablamos de valencia positiva (como la alegría); mientras
que si es desagradable (como el miedo, la ira, la tristeza o el asco) hablamos de valencia
negativa.
En este sentido los estudios confirman lo que normalmente experimentamos en nuestro
día a día, y es que las emociones con valencia negativa tienden a aumentar la ingesta
impulsiva y nos lleva a elegir comidas muy palatales como el dulce y la grasa.
Por el contrario, las emociones de valencia positiva nos proporcionan un aumento del
placer por la propia comida y, lo que es más importante, aumentan el consumo de
comidas más saludables.
Tipos de alimentos
Llegados a este punto, tenemos claro que nuestro estado emocional modula nuestra
conducta hacia los alimentos peor la pregunta ahora sería, ¿podría ser que el alimento
produzca en nosotros una respuesta emocional?
De nuevo la respuesta es que sí, y en este caso no tenemos que complicarnos mucho. Si
nos paramos a pensar, la experiencia emocional que genera masticar un brócoli
recién vaporizado cuando lo comparamos con esas onzas de chocolate con leche, no
tiene nada que ver, ¿verdad? Los estudios en este sentido son claros y muestran que los
alimentos con sabores más dulces y los altos en grasa desencadenan una respuesta
afectiva más positiva que el resto por la dopamina que genera nuestro cerebro al
saborearlos.